El izote es una planta muy común en tierras salvadoreñas, los campesinos dicen que es "bien agradecida" por que en cualquier lado y en condiciones bastante inhóspitas resucita o crece. Algo similar al temple del ciudadano salvadoreño.
En esta ocasión me referiré a los acontecimientos de la década entre
el año 1980 a 1992, fechas para recordar, y representan para todos los salvadoreños amargura y dolor.
Nací en esa época, y para
finales de los años 1990 apenas y comenzaba a tener conciencia de lo que estaba
sucediendo. Recuerdo las noticias de la ofensiva que tuvo su epicentro en la Capital de El Salvador.
En el año 1980 fue ultimado Monseñor Oscar Arnulfo Romero, yo ni había nacido, fue un asesinato tan inaceptable como el asesinato masivo, sucesivo e implacable
que se estaba realizando en todo el territorio nacional, por parte de
militares, grupos de terror, y miembros de grupos revolucionarios.
El conflicto armado terminó con
la firma de los Acuerdos de Paz, que tuvo sus importantes aportes a la vida nacional pero en temas de justicia social se quedó en un acuerdo hueco, pues no sanó
ni eliminó las raíces verdaderas que le dieron origen al desmadre de diez años. (Desmadre como caos y confusión).
Platicando con personas que tienen mayor
edad que yo, encuentro diversos puntos de vista: se dice entre ellos que una de
las causas por las que terminó el conflicto, no fue por que se hayan puesto de
acuerdo las partes involucradas, porque ya no querían matarse unos a otros o por que la conciencia y madurez les invitaba a conciliar, sino más bien porque atrás
de escena, el financiamiento del conflicto se terminaba para ambos lados.
¿Y el asesinato de Monseñor
Romero? Hasta 1992 seguía siendo parte del costo humano del conflicto, seguía como
banderín revolucionario, seguía como ejemplo de la injusticia.
En esa época surgieron diversas
investigaciones que pretendían esclarecer los miles de asesinatos, secuestros,
genocidios, robos de niños, tráfico de personas, violaciones y graves
atrocidades, pero los avances alcanzados con la firma de los Acuerdos de Paz no han podido dar frutos o flores perennes como se esperaba, especialmente con la emisión de la Ley de Amnistía, que en sencillas palabras le da borrón y
cuenta nueva a todos los que pudieron estar involucrados en las abyectas
actividades de la guerra con más de 80,000 muertos y otras personas desplazadas. La ley de Amnistía fue aprobada por miembros de partidos políticos que hoy subsisten y que todos conocemos. También participaron otros partidos
existentes interesados en salir beneficiados.
Hace unos años atrás nos
gobernaba el partido político al que le han atribuido error tras error, hoy nos gobierna el otro bando político y ninguno tiene la entereza
moral para decir que aquellos fueron malos, porque en ambos lados cometieron crímenes, a pesar de lo que diga la Comisión de la Verdad.
Hoy en el ámbito político esos dos institutos políticos siguen abonando a su lista muchas injusticias; por sobre todas la más deleznable es permitir la vigencia de esa
ley que permite andar por ahí, libres como si nada hubiera pasado, a todos los
autores intelectuales y materiales de crímenes en el conflicto armado; me refiero a soldados rasos, comandantes guerrilleros y militares de rango superior, inclusive personas de la sociedad que se mueven sigilosamente tras escena ostentando poder.
Es inaceptable el asesinato de
Monseñor Romero, así como la matanza del
Mozote y el Sumpul, el secuestro de aquel empresario y el exterminio de esos
otros campesinos por soplones del ejército, el reclutamiento de niños en filas
revolucionarias y del ejército, la violación de señoras y niñas, torturas de estudiantes, artistas y opositores políticos... y demás injusticias
que ambos bandos realizaron.
Qué bueno que otorgarán a
Monseñor Romero el grado de Beato, pero eso no abona al avance de la justicia. Por otro lado eliminar
la vigencia de la Ley de Amnistía, investigar las desapariciones y autores de
miles de asesinatos podría ayudar en alguna medida a enfrentar la crisis y superarla, ¿acaso no es eso lo que se hace para superar un trauma?... pero esas son de las cosas
que no pasan pronto, más cuando los implicados en los crímenes aun están en el poder político y ya olvidaron los ideales de justicia, aprendieron y pusieron en práctica las malicias de la política encontrando la buena fortuna. Será una locura poner la soga al cuello.
Aquel clamor que Monseñor Romero mencionaba en sus homilías... "que sube al cielo cada vez más tumultuoso" sigue latente, sigue gimiendo e implorando a Dios un milagro para alcanzar la paz y la justicia que los políticos y los pandilleros no permiten alcanzar, por que aun existe en ellos la maldad, el egoísmo, la búsqueda de poder a costa de todo, la execrable actitud de "yo primero y los demás que vean como hacen".
A pesar de todo el Izote sigue floreciendo en estas tierras teñidas de sangre humana, injusticias e impunidades; el salvadoreño sigue buscando la manera de salir adelante con todo y los atropellos a sus derechos, vive y hasta es calificado como uno de los pueblos con mayor indice de felicidad en el mundo.
El
general Vargas cuenta otra versión de ese pasaje. Él asegura que la comandancia
del FMLN, Schafik Hándal incluido, aceptaron que esa ley, en definitiva, era
exclusiva para el FMLN, y que la aceptaban a cambio de seguir en conversaciones
para una ley de amnistía “más amplia y general”.—¿Está diciendo que el FMLN aceptó que le dieran una amnistía
para luego favorecer a los militares con la de 1993?... La Comisión
registró más de 800 denuncias de “graves hechos de violencia atribuidos al
FMLN”. En sus conclusiones plantea que esa violencia se ejercía,
mayoritariamente, en las zonas en conflicto en las que el FMLN tuvo control
militar.
Así se fraguó la Amnistía
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