Hace ya un tiempo atrás estoy recibiendo a mis clientes en mi domicilio, por razones practicas y económicas. Ese sábado por la mañana esperaba dos clientes nuevos. Venían a mi oficina a concretar, a poner por escrito una Promesa de Venta.
El vendedor, era un tipo de edad avanzada, corpulento, medía aproximadamente dos metros, su voz estentórea y grave imponía respeto. Por el contrario el comprador se mostraba más bien común, estatura promedio, amable y cortés, su voz en un tono respetuoso.
La experiencia se tornó molesta cuando el de voz de ultratumba le dijo al otro: "Yo no estoy acostumbrado a hacer negocios en estas condiciones, nos hubiéramos reunido en otro lado para estar más cómodos". Yo, su anfitrión, el Notario estaba ahí, oyendo todo; por supuesto el tipo no le importó expresar su molestia por las condiciones del lugar.
Mantuve la calma, en otro momento de inmediato lo invitaba a buscar otro profesional que lo atendiera. Estaba en mi casa, en mi oficina y estaba de entrada protestando.
Al final mantuve la calma y los atendí, les cobré entregué el documento solicitado, y adiós, espero no volver a verlos.
He tenido clientes de todo tipo, y me gusta mostrarme con ellos como un humano, como un amigo, pero hay clientes que no merecen ese trato, porque ellos mismos son ruines en su comportamiento.
Ser abogado y ser humano, normal, con virtudes, con carencias, con fortalezas y debilidades es natural; pero toca de pronto identificar con quién vale ser humano y con quien ser un vampiro.
Gracias por leer este blog.
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