¡Este día celebraré!. Pero debo advertirte que no me gradué a los 15 años, pero sí tengo 15 años desde que me gradué a los 28 de edad.
25
de julio del año 2008, era le fecha que esperé con paciencia para culminar los
estudios superiores de la Licenciatura en Ciencias Jurídicas. Me gradué de la
Universidad Dr. José Matías Delgado en la República de El Salvador, junto con
otros compañeros que a decir verdad, no formaron parte del grupo de estudiantes
con el que inicié, no éramos más que compañeros de graduación. Solamente
6 alumnos los que se graduaban en esa oportunidad, y para la tendencia de las
universidades en Latinoamérica esto es poco, cuando son promociones de cientos
de jóvenes que gradúan en magnos eventos.
Fue
bonito. Luego de haber cursado más de 55 materias, invertido en libros e
insumos para continuar, colegiaturas, copias y otras tantas situaciones que se
presentan en el camino creo que se merece un buen espacio en el estante de los
recuerdos agradables de su servidor.
Después
de 15 años con la condecoración, como muchos, nos enfrentamos al mundo sin la
suficiente experiencia práctica, lleno de dudas y con el golpe de realidad que
nos afirma “usted joven licenciado no estudió a profundidad la ciencia del
derecho”, pero ya no hay retorno, te enfrentas con a necesidad de continuar a
toda costa.
Por
supuesto que busqué empleo en mi profesión, al no encontrar, busque de lo que
fuera, y al no encontrar ajusté mi cinturón y decidí descubrir por qué la abogacía es considerada una profesión
liberal. No me arrepentí.
Esto
conlleva mucho esfuerzo, enfrentarse con la incertidumbre ante un caso
planteado, la dura realidad de contender en juicio sin la debida preparación,
contra tiburones legales, procuradores astutos, fiscales despiadados, jueces
con criterios cuestionables. Y sin dejar de lado que en ocasiones el cliente
que te contrata, no dice toda la verdad, o no dice la verdad y en el camino
toca afinar habilidades investigativas, interpretación y empleo de lenguaje
corporal, aprender persuasión, oratoria, entre otras tantas habilidades blandas
y duras (para usar términos más técnicos) indispensables para un buen abogado.
Continuaré
ejerciendo mi profesión tanto como se me permita vivir.
Fue en Roma donde se desarrolló plenamente y, por
primera vez, de manera sistemática y socialmente organizada, la profesión de
abogado, palabra que viene del vocablo latino advocatus, que significa llamado,
porque entre los romanos se llamaba así a quienes conocían las leyes para
socorro y ayuda. En sus inicios no había remuneración más que la
satisfacción de haber alcanzado la justicia,
con el tiempo esto cambió y hoy son pocos los profesionales que regalan
su conocimiento.
Desde temprano en
el alma mater nos enseñan el decálogo del abogado que tiene los siguientes
enunciados:
1º ESTUDIA. Ya que el derecho se transforma
constantemente.
2º PIENSA. El derecho se aprende
estudiando, pero se ejerce pensando.
3º TRABAJA. La abogacía es una
ardua fatiga puesta al servicio de
la justicia.
4º LUCHA. Tu deber es luchar
por el Derecho, pero el día que encuentres en conflicto el
Derecho con la Justicia, lucha Primordialmente por la justicia.
5º SÉ LEAL. Leal con tu cliente al
que no puedes abandonar hasta que comprendas que es indigno de ti. Leal para
con el adversario, aun cuando él sea desleal contigo. Leal para con el juez que
ignora los hechos, y debe confiar en lo que tú le dices y que, en cuanto al
Derecho, alguna que otra vez debe confiar en el que tú le invocas. Leal con tu
cliente, con tu adversario y con el juez.
6º TOLERA. Tolera la verdad
ajena en la misma medida en que quieres que sea tolerada la tuya.
7º TEN PACIENCIA. El tiempo se venga de
las cosas que se hacen sin su colaboración.
8º TEN FE. Ten fe en el Derecho,
como el mejor instrumento para la convivencia humana; en la Justicia, como
destino normal del Derecho; en la Paz como sustitutivo bondadoso de la
Justicia; y sobre todo, ten fe en la Libertad, sin la cual no hay Derecho, ni
Justicia, ni Paz.
9º OLVIDA. La abogacía es una lucha de pasiones. Si en cada batalla
fueras llenando tu alma de rencor llegaría un día en que la vida sería
imposible para ti. Concluido el combate, olvida tan pronto tu victoria como tu
derrota.
10º AMA TU PROFESIÓN. Trata de
considerar la Abogacía de tal manera, que el día que tu hijo te pida consejo
sobre su destino, consideres un honor para ti proponerle que sea Abogado.
Siéntete orgulloso de lo que eres.
Gracias
por leer este blog.
Recuerda que puedo atender tus dudas legales por correo electrónico
acordejuridico@gmail.com
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