viernes, 2 de noviembre de 2012

La muerte no es el final.

La fecha “2 de noviembre” en muchos países latinoamericanos significa un momento especial para recordar a sus seres queridos que han partido de esta vida.

La Ley por su parte también se refiere al fin de la existencia de la persona humana siendo para la ley la muerte natural; debería agregarse al texto la muerte provocada por diversos motivos. Entonces se preguntará usted, ¿por qué el título de esta publicación, si la ley ya estableció que la muerte es el fin de la existencia de las personas?.

La muerte no significa, en estricto sentido, el fin especialmente en los gastos que genera su fallecimiento. Es cierto: los gastos ocasionados por un fallecido, son cubiertos por parte de los familiares y no por parte del “difunto”,  en la práctica es así y eso no se puede negar.

En el transcurso de toda persona es común responsabilizarla por lo que ocasiona: si provocó un accidente, deberá resarcir los daños, si engendró un hijo deberá responsabilizarse de él, en todo caso el que ocasiona algo, debe pagarlo hacerse responsable de lo causado; bajo esta idea quien se muere, debería pagar su muerte, es decir, su sepelio y otros gastos generados.

Básicamente hay dos tipos de personas en el mundo: a) los que son previsores, b) los que no son previsores. Los primeros antes de su muerte habrán dejado sus bienes a otras personas antes de morir; habrán pagado un servicio funerario; habrán cancelado sus deudas o dejado un patrimonio para honrarlas. Las segundas,  quienes no preveen, por lo general no dejan testamento alguno y sus propiedades son un problema legal que los parientes deben resolver: habrá que conseguir un servicio de sepelio al día de su muerte, y en caso de ser enterrado en un cementerio municipal, los parientes han de pagar anualmente un impuesto para mantener sus restos en el nicho seleccionado.



Quizá te gustaría leer este tema: El testamento, una forma segura. O este otro tema: Requisitos para un testamento. 

Ciertamente la muerte no es el final, en cualquiera de las dos clases de personas que existen en el mundo, los gastos fúnebres, los gastos de mantenimiento de un nicho, los gastos en abogados para la aceptación de herencia sin testamento, el honrar deudas y otras tantas obligaciones que genera el difunto, representan efectivamente un problema, que puede amortiguarse, mas no eliminarse, si se es previsor.


Sale caro estar vivo, también sale caro morirse, aun más cuando se sabe que el Estado a manera de un monstruo insaciable, cobra impuestos y tasas por asentar y emitir una certificación de defunción, por entierro de los restos fúnebres, por mantenimiento del nicho y otros tantos gastos. A todo eso súmase la voracidad de las empresas privadas que su mercado está en vender féretros, y los necesarios servicios fúnebres.

Jurídicamente un difunto no es, ni podrá ser jamás sujeto ni objeto de obligaciones jurídicas, pero en la práctica la muerte de una persona, genera obligaciones que deberán afrontar sus seres queridos.


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